13/06/2025
We hebben een serieus problem: Cayó el gobierno de los Países Bajos


El primer gobierno de extrema derecha en la historia de los Países Bajos fracasó debido al choque de las aspiraciones segregacionistas del líder de la coalición, (mas no primer ministro) Geert Wilders, con el tejido de la realidad.
Durante la noche del lunes se produjo una reunión de máxima urgencia en la ciudad de La Haya, en dicho encuentro (que según cuentan no pasó de los 20 minutos) máximas autoridades de los tres partidos restantes que conforman el gobierno del primer ministro, Dick Schoof, fueron notificados de la retirada del partido liderado por Wilders del gobierno, y con ello, el fin del primer gobierno de extrema derecha de los Países Bajos llegaba a su fin.
Una anomalía en la historia
El gobierno saliente es el resultado de la elección celebrada en noviembre del 2023, donde la victoria del ultraderechista PVV por el 23% (traducido en 37 escaños sobre 150 para la cámara de representantes de los países bajos) sacudió como nunca al sistema político neerlandés poniendo fin a 14 años de gobierno del centroderechista Mark Rutte.
Wilders es una figura en extremo controvertida, desde su aspecto físico hasta sus posiciones políticas, es un ejemplo de cómo las figuras neoreaccionarias moldean su camino hacia la primera plana de la política, volviéndose parte de lo que Steven Levitsky llama “Alianzas fatídicas” con partidos moderados y recolectando profundos rechazos y apoyos por igual. Es este profundo rechazo que el establishment ha desarrollado hacia su figura lo que provocó que por primera vez en la historia de los Países Bajos quien ganó la elección no sea erigido como primer ministro, en cambio, la coalición de las derechas, compuesta por el PVV (”Partido por la libertad”), el VVD, (el partido de la centro-derecha tradicional del cual proviene Mark Rutte), el NSC (”Nuevo Contrato Social”, partido antisistema) y el BBB (partido populista rural) debió recurrir a un independiente de larga trayectoria como Schoof para que articule entre las partes y sortee el amplio rechazo hacia la figura de Wilders.
El PVV no es más que la forma local de la internacional reaccionaria, es un partido cuya plataforma se concentra principalmente en evitar la inmigración a como dé lugar, lo cual no se trata -únicamente- de una cuestión coyuntural, sino del tema principal de la tradición ideológica de los conservadurismos nacionalistas de los Países Bajos, en especial la encuadrada en la enigmática figura de Pim Fortuyn, líder nacionalista asesinado en el año 2002.
No hay que dejar de observar que los Países Bajos se encuentran en un claro (y por definición, inestable) proceso de transición política de gran magnitud, este gobierno caído en desgracia y aquellos que vengan en los próximos años quedarán a la sombra de lo que fue no solo el gobierno más largo de la historia de dicho país, sino el de mayores reformas tanto económicas como sociales (liberales en ambos sentidos). Para dimensionar el tamaño del hueco que deja Rutte en los Países Bajos tan solo basta con observar el cargo que ejerce tras su salida del gobierno: secretario general de la OTAN
La realidad como freno
Se trata justamente del proyecto de reforma inmigratoria impulsado por Wilders el cual lleva a la disolución del gobierno. Este plan constaba de todo tipo de restricciones, desde las más estándar como el fin de las concesiones de visa por asilo y la revocación del status de refugiados para los inmigrantes sirios, hasta medidas que de lleno violan la legislación internacional como un plan de “remigración” para todos aquellos que se encuentran con visas temporales, proyecto que no solo viola la convención sobre el estatuto de los refugiados firmada por 147 países en 1951, sino que muy seguramente encontraría una fuerte oposición en la corte suprema de los países bajos, debido a la flagrante violación en materia de derechos humanos que representaría la aprobación de dicho proyecto.
Por supuesto lo político también jugó un rol principal en que no se apruebe esta reforma, la acusación de Wilders a sus compañeros de coalición no tardó en llegar, reduciendo lo que, en primera instancia es un problema de legalidad, a un problema de “valentía” por parte de los funcionarios del gabinete. Los principales apuntados desde el PVV son los funcionarios heredados de la gestión de Rutte, señalados por “tibios”, mientras que los demás socios de la coalición apuntan la actual ministra de asilo y migración Marjolein Faber por su supuesta inoperancia.
La realidad, como es habitual, parece estar en el medio. Por supuesto los funcionarios de los demás partidos no tenían especial interés en que esta reforma fuera aprobada, al final del día, el extremismo no es recompensado en países que se jactan de su extrema estabilidad, así como Wilders tampoco llegó a comprender del todo que en un sistema político tan fragmentado como el neerlandés, el reclamo antiinmigración podrá parecer masivo, pero no es más que otro reclamo sectorial, que difícilmente logre imponerse en sociedades que por diversos motivos (principalmente demográficos) necesitan de los inmigrantes, solo basta con observar que el gobierno de Rutte cayó por haber intentado implementar una reforma migratoria que es tan solo un ítem de los 10 que componen el proyecto presentado por Wilders.
¿Y ahora?
Por lo pronto, todas las partes han expresado su descontento con la disolución del gobierno, desde la acusación de “infantilidad” por parte de Schoof pasando por la pretendida intransigencia de Wilders y culminando con el desconcierto de los demás partidos de la coalición que, por lo bajo, reconocen la amplia dificultad de conformar otro gabinete de similar composición en caso de que se celebren elecciones. Por supuesto ya han confirmado que evitarán por todos los medios posibles que ello ocurra, pero el crecimiento en las encuestas del partido del trabajo (socialdemócratas) en alianza con el partido verde, sumado al crecimiento de los demócratas cristianos, hace que la presión del sistema de partidos para ir a elecciones antes del fin de este año sea insoportable.
El PVV, que hasta hace un año rozaba los 50 puntos hoy se encuentra empatado con la izquierda en ~30%, pero la formación de una futura coalición de gobierno no es tarea sencilla para ninguno de los dos, guiándonos por las encuestas la única coalición “no extraña” posible es un relanzamiento de la actual PVV-VVD, pero la única certeza que tenemos es que ni la derecha moderada quiere ser conducida por Wilders, ni la extrema-derecha aceptaría volver a subyugarse con tal de llegar al poder.
La otra alternativa (con las cifras que se manejan hoy) es la conformación de una gran coalición como la que sostuvo el segundo mandato de Mark Rutte, entre la centroderecha (VVD) y el partido del trabajo (PvdA), que como imaginarán, no se trató de una convivencia armoniosa, pero si funcional.
El panorama no es para nada claro, la fragmentación tan característica del sistema de partidos de los Países Bajos dejo de ser el factor de caos central para la generación de coaliciones, pasando a ser la formación de un escenario de tercios aparentemente irreconciliables el principal impedimento para conseguir un gobierno que no solo dure, sino que funcione.