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19/12/2024

Uruguayos, a las urnas (otra vez)

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Los hermanos orientales vuelven al cuarto oscuro, esta vez para optar entre las dos fuerzas más votadas aquel 27 de octubre, por un lado, Yamandú Orsi, del frente amplio, quien, tras haber mejorado el resultado de su antecesor, deja al FA en la puerta de la torre ejecutiva. Y por el otro Álvaro Delgado, con un panorama menos auspicioso que el que llevó a la presidencia a Lacalle Pou, se refugia en la idea de retener la mayoría de los votos de la coalición Multicolor.

La campaña que culminará el 24 de noviembre ha dejado más dudas que respuestas sobre el país que se aproxima, la inevitabilidad de un gobierno dividido, que exigirá una gran gimnasia en cuestión de acuerdos (al haberse quedado el frente amplio con el senado y estando la cámara de representantes en 48 para el FA y 49 para la coalición, además de los 2 escaños pertenecientes a “identidad soberana”, de los cuales es difícil aventurar que rol tomarán en esta situación) y la creciente polarización (aún menor comparada con los paises de la región, pero creciente al fin) siembran el debate público.

En las filas del Frente Amplio, la ilusión y la expectativa crece. Por un lado, obtuvieron una diferencia mayor que en 2019, sacando Yamandú Orsi el 43,85% frente a los 39,02% obtenidos por Daniel Martínez en las pasadas elecciones. Esa diferencia de casi 5 puntos más arriba explica el entusiasmo.

En términos de análisis concreto, el rum rum alrededor de la figura de Andrés Ojeda y su participación en la coalición Multicolor, podría colaborar en conseguir votos del Partido Colorado, el cual se encuentra en la entrada de lo que podría tratarse de una crisis de gran escala debido al malestar de los sectores más progresistas (en líneas generales, Batllistas) al verse obligados a acompañar -otra vez- a un candidato proveniente del herrerismo.

El FA se acerca al final de una campaña, de mínima, coherente. Desde un inicio (previendo un escenario así) haciendo un hincapié mayor en la necesidad de acuerdos que sus oponentes, y con un candidato a presidente que ha ido incrementando su aparición en “ambientes hostiles”, cosa que fue ampliamente reprochada por parte de la coalición durante el primer tramo de la campaña. Ambas situaciones que lo dejan en una situación más o menos cómoda en un momento en el que los discursos, sobre todo los ajenos, pero también los propios, giran alrededor de él.

La coalición…la coalición…. ¿Se va a la…? El 27 de octubre, luego de que se dieran a conocer los resultados de la primera vuelta y se confirmara el balotaje Delgado-Orsi, Ojeda declaro: “vamos por el gobierno Colorados-Blancos”, esto enardeció a Cabildo Abierto y al Partido Independiente, los otros miembros de la coalición que se vieron excluidos. Si bien Ojeda (desde nuestro lente) tiene un punto en su visión de cogobierno (dado al derrumbe de cabildo abierto, dejando dos socios mayoritarios bastante claros de la coalición que se viene), es más que obvia la necesidad de reajustar el acuerdo, y reasignar cantidad de cargos. Por parte de Delgado, respondió tibiamente diciendo “Todos van a cogobernar, cada uno en su ponderación electoral”.

En la cúpula del Partido Nacional, la ven complicada pero no pierden la fe, confían en que la elección esta peleada y trabajan para no perder votos y quien te dice, incluso se tienen fe para robarle algunos votos al Frente Amplio (tal como declaró Pablo Mieres).

Delgado apela a su “libertad para acordar” frente a un FA que describe como “radicalizado”, sin embargo, esta retórica choca fuertemente con la inevitable posición de inferioridad en la que se encontraría a nivel parlamentario en caso de volverse presidente.

Las encuestas no dan el partido por terminado, pero muestran una clara y esperable ventaja por parte de Orsi (a quien posicionan alrededor de los 47 puntos, mientras que Delgado anda por los 45), lo que si podemos asegurar a esta altura es que el determinante de esta contienda serán los indecisos, los cuales están medidos alrededor del 6% y ahí es -principalmente- donde los equipos de la coalición depositan sus esperanzas.

Si bien las mediciones muestran un escenario abierto, y algunos encuestadores se atreven a describirlo como un empate técnico, la experiencia en el continente nos muestra que, cuando se trata de un balotaje entre dos candidatos claramente mayoritarios (que llegan cómodos a la instancia de segunda vuelta), las encuestas no se equivocan, y el vencedor suele ser aquel que el promedio de las mediciones declara vencedor. *1

*1:Esta tendencia es claramente visible en las segundas vueltas de Argentina (2015 y 2023) y en Brasil (2018 y 2022), además de todos los balotajes celebrados en Uruguay desde el 2009 hasta la actualidad, pero le restamos importancia a estos casos debido a que el candidato vencedor en 2009 y 2014 llega con diferencias menores a 2% desde la primera vuelta.

Aunque nuestras pretensiones predictivas son limitadas, llegó el momento de revisar que ocurrió y que no de lo que escribimos en “¿Vamo´ arriba, bo?”, y en primer lugar elegimos revisar el diagnóstico que realizamos sobre la dificultad que afrontaba Delgado para hacer propia la percepción más o menos positiva sobre el gobierno de Lacalle Pou, y siendo sinceros, a pesar de que sacó 2,88% menos que su antecesor, no parece haber estado ahí el problema que (al menos en esta instancia) pone en juego al futuro de la coalición.

Por otro lado, nos imaginábamos mayores dificultades por parte de Ojeda para romper la barrera del desconocimiento e imponerse como un candidato colorado (más allá de serlo en los papeles, serlo en la práctica y ser percibido de esa forma). El hecho de ser un Outsider siendo candidato por un partido con más de 100 años de historia no fue un peso, pero aun así, el resultado conseguido está por debajo de lo que se esperaba, aunque por encima que el de sus antecesores inmediatos. A pesar de esto, la situación partidaria no está resuelta, y parece que va a dar que hablar para rato, a priori, tal vez nos equivocamos, pero es una historia que está por verse.

Para compensar, nos podemos jactar de una profecía autocumplida y desarrollada en el anterior ensayo que fue el pronunciado derrumbe de cabildo abierto, el cual no soló pasó de 11 a 2,5% de los votos, sino que quedó detrás de Salle, dejando casi sin efecto las críticas que tenía el ex general sobre la repartición de cargos y el funcionamiento interno de la coalición.

Y por último, y el punto más determinante de cara a lo que se viene para el Uruguay, la entrada de identidad soberana a la cámara de representantes (y particularmente la de su líder, Gustavo Salle) fue tal vez la predicción más arriesgada a la que suscribimos y se cumplió, queda por ver su papel en el futuro (si es tan determinante como pensamos que podría llegar a serlo) y su rol como actor de veto en los dos escenarios posibles.