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25/04/2025

El nuevo truco de Trump y el duelo de Trudeau

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​Trump volvió a la presidencia de los Estados Unidos con más iniciativa e intensidad que en su primer paso por la Casa Blanca, pero algo con lo que no contaban los observadores de la tribuna internacional era que volvería con una nueva habilidad bajo el brazo, la de revivir a los muertos.

El primero en experimentar dicho milagro fue el Partido Liberal Canadiense (PLC), el cual estaba atravesando sus horas más oscuras desde el inicio del gobierno de Justin Trudeau (allá por el año 2015, cuando el actual primer ministro cortaría con 9 años de gobierno conservador). El partido se enfrentaba a una dura realidad, que es que se había vuelto tremendamente impopular, observable en las encuestas, donde desde el 2021 solo se acentuaba su caída y el ascenso de su rival, el Partido Conservador Canadiense (PCC), liderado por un hombre que también sería responsable de potenciar al mismo mediante su histriónica retórica, el líder de la oposición Pierre Poilievre.

Hoy este mismo partido, del cual nadie hubiera dudado en firmar su acta de defunción, arrasa en todas las encuestas de tal forma que el PLC podría lograr volver a tener un gobierno de mayoría (la mitad más uno de los representantes), tras 4 años de lo que llaman “gobierno de colaboración”, en definitiva, de minoría. Eso sí, con un nuevo conductor, el exgobernador del banco central británico, Mark Carney, quien ya asumió el rol de primer ministro de Canadá en favor de Trudeau, por lo que irá a las urnas a confirmarlo. (1)

Las elecciones se celebrarán el lunes 28 de abril, después de largos meses de especulación con la fecha, principalmente por parte de del primer Trudeau, quien aplazó todo lo que pudo la convocatoria a elecciones, como quien espera que un milagro lo devuelva a la popularidad de un día para el otro, y bueno, tal vez sus plegarias fueron escuchadas.

Para comprender el meteórico ascenso de los liberales en las encuestas debemos comprender en primer lugar que fue aquello que los alejo del electorado y la opinión pública, y para sintetizarlo, no se trata de algo muy distinto a lo que le ha ocurrido a otros gobierno progresistas (al menos en el plano interno) en los últimos años, este caso trae recuerdos de lo que fue la gestión de Olaf Scholz en Alemania, donde las disputas internas por el cómo afrontar la crisis económica derivó en renuncias sensibles y un considerable daño a la imagen del gobierno, en el caso alemán se trató de la renuncia del ministro de finanzas liberal, en el caso canadiense la renuncia sensible fue también la de la ministra de finanzas Chrystia Freeland, pero con dos agravantes, Freeland también era la vice primera ministra desde el año 2019 y es perteneciente al mismo partido que Trudeau, siendo alguien fuertemente influyente en su estructura interna. (2-2.1)

El duelo de Trudeau

Por supuesto el primer ministro no se iba a dejar desplazar así como si nada, podríamos decir que, de alguna u otra forma, atravesó las 5 fases del duelo.

Lógicamente, inició por la negación, cuando a mediados del año pasado anunciaba de forma reiterada y rotunda que se mantendría al frente del gobierno y sería el candidato en las próximas elecciones a pesar de las encuestas en números rojos y tras que una veintena de diputados de su partido dejaran trascender la idea de que no estaban de acuerdo con su continuidad. (3)

Le precedió la Ira, desencadenada por la renuncia de la ministra de finanzas y viceprimer ministra Freeland, la cual, en un comunicado escueto puso de manifiesto la existencia de profundas discrepancias con Trudeau. Esto ocurrió el 16 de diciembre del 2024, sin el efecto Trump intercediendo en el clima político canadiense.

Ya con la negativa consumada de su propio partido a que sea el candidato, entramos en la etapa de negociación y depresión, dadas casi en simultáneo, cuando el premier, asumiendo la derrota, se encierra en su despacho, corta comunicaciones con la prensa, y en vista de las negociaciones para encontrar a su sucesor, propone a Mark Carney como un candidato que asegure una estabilidad continuada para el proyecto liberal en Canadá. Todo esto ocurrido durante los primeros días de enero.

Por último, ya entrado el conflicto con Donald Trump por la suba de aranceles (rompiendo así lo establecido por el “North Atlantic Free Trade Agreement” (NAFTA o TLCAN en español), y confrontando de forma directa, podemos afirmar que nuestro protagonista alcanzó la aceptación de su largo duelo. Las amenazas por parte de Trump, en su violencia y su pretendida severidad, como cuando declaró la intención de anexar a Canadá, no hicieron más que rescatar al partido liberal y a su líder, quién, ya de salida, logró reconfigurarse como un hombre sólido, capaz de defender fuertemente los intereses nacionales y que dejaba a alguien todavía más vehemente para que ocupe su rol.

La crecida es muy notable, hoy el partido liberal canadiense está empatado en las encuestas con su competidor (ambos en la franja del 40%), pero de igual manera el PLC lograría un gobierno de mayoría, ya que al tratarse de distritos uninominales, su candidato en la gran mayoría del país supera al candidato conservador (salvo excepciones como Quebec, donde el partido nacionalista mantiene un histórico dominio).

¿A qué se debe esto? es simple, el partido conservador no supo cómo reaccionar a las amenazas de Trump (sobre todo teniendo en cuenta que es un partido que lleva a la cabeza un candidato que adoptó el ideario de la nueva derecha global, delineado por el mismo presidente de los EE. UU.), y desde la posición liberal era mucho más sencillo atacar, embanderándose en el libre comercio entre naciones y una postura autonomista con respecto a la disputa global. (4)

Apenas fue confirmado como candidato Carney empezó con la respuesta a las hostilidades, dando por terminada la “histórica relación entre los países” y confirmando la imposición de aranceles recíprocos, los cuales terminaron perdiendo efecto tras la marcha atrás de Trump posterior al “día de la liberación”, adueñándose así del discurso de confrontación dentro de Canadá (en consonancia con el partido Verde y el socialdemócrata -NDP-) y llevándose una victoria parcial en el inicio de su gobierno. (5)

Elecciones en un mundo convulsionado


En todas las elecciones realizadas en Norteamérica y Europa en los últimos cuatro años un eje estructurante clave fue la inmigración, mismo tópico que ayudó a deteriorar la imagen de Trudeau y que ponía en serias dudas la continuidad de los liberales al frente de Canadá. Hoy, en este mismo país, el foco se corrió, el debate no se concentra en la posición de los candidatos con respecto a ciertas políticas públicas puntuales, sino en su posición relativa frente al necromante de la Casa Blanca. En este marco Carney acusa a Poilievre de “Admirar demasiado a Trump como para confrontarlo”, en simultaneo, anuncia fortalecimiento a la industria, un compromiso profundo con la transición energética y mayores regulaciones a la inmigración. Su contraparte, de forma lógica, queda encerrado en las mismas trampas conceptuales que cualquier admirador de Trump que cree en el libre mercado y se ve forzado a -aunque sea en perjuicio propio- justificar medidas proteccionistas.

Poilievre se vio despojado de su discurso de austeridad, ya que Carney, como hombre del mundo financiero, parece un mejor contendiente a llevar a cabo esa tarea (con la cual ambos coinciden). Posteriormente, se vio despojado de su discurso antiinmigración, ya que su referente ideológico corrió la discusión a otro lado, por lo que solo le queda su discurso más de nicho, las criptomonedas, su posición antivacunas, y su abrasiva personalidad.

En este marco, la elección tiene un claro favorito, pero no está para nada sentenciada. Más interesante que especular con resultados es pensar si esto ocurrido en Canadá podría replicarse en los demás países con los que Trump elija confrontar de forma directa. Por ahora el efecto en Canadá parece comprobarse, al igual que en México, donde tras la pelea con el vecino del norte Sheinbaum salió claramente fortalecida.

No pareciera que Trump busque en el corto plazo hacerse de nuevos enemigos (más allá de China), episodios como la crisis diplomática entre Colombia y EE. UU. a finales de enero de este año parecen anomalías, y el resultado no fue claro, lo único seguro es que Petro no salió fortalecido de esa disputa. Tal vez habrá que ampliar el lente no solo a países donde el conflicto sea explicito, sino a aquellos donde las relaciones con el país del norte sean muy intensas, como en el caso de Chile, que celebra sus elecciones presidenciales a finales de este año. Por lo pronto, nos queda esperar.